lunes, 18 de abril de 2011

Kojiki


Como si de una marea interna se tratase, me inclino por la beatitud del Japón más antiguo. Allí se encuentran sin embargo multitud de dioses, de riqueza cultural que dista mucha del occidentalismo latente.

Creo que lo leo por eso, por la enorme distancia que me otorga a la realidad circundante, al revuelo que se dicta en los periódicos locales y nacionales, al vacío de una programación televisiva vana y superflua.

La pena es no tenerlo más cerca, viajar sin gastar gasolina, abandonándome en lecturas que no valen para un CV, pero si para cantar nuevos sones; para lograr esos valores que el occidentalismo ahoga sin ni siquiera ponerse una máscara.

Por todo ello y por aguantar horas encerrado en mi claustro bendito y ridículo del 33 de la rue baker

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