Te enamoras de las amapolas
en campo de trigo con la facilidad
con la que un buen catador de vinos
resuelve el dilema de un Peñascal
o un Don Simón, nada despreciable.
Te alarma la seguridad
con la que un artista llama arte
a un montón de sillas enormes
y tú no te atreves ni a mirar
a los ojos a una mujer bella
sin ruborizarte para preguntarla
si puedes hacerla un retrato.
Creo que seguir siendo así
es un honor. Aunque incomode.
15-10-2010

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Me encanta como escribes
ResponderEliminarLametones y feliz semana